Diaconisas




Gladys Murrieta

COORDINADORA

Jesús nos ofrece una visión de la naturaleza de la iglesia cuando usa el símbolo del cuerpo humano en 1 Corintios 12. Cuando nos unimos a la iglesia, llegamos a ser “miembros” del cuerpo de Cristo, y dotados por el Espíritu Santo para desempeñar funciones específicas. Dios desea que las varias partes del cuerpo (los miembros) logren cumplir con efectividad una de las metas principales de la iglesia; hacer discípulos para el Señor.

Es un concepto erróneo que el clero goza de un “llamado sagrado” y los miembros quedan relegados solamente a un “llamado secular”. Este concepto impide el progreso de la iglesia porque causa algunos a creer que sus contribuciones son de menos importancia. El Nuevo Testamento enseña que todos los miembros de la iglesia son ministros de Jesucristo. Hay variedades de funciones, pero en términos del llamado del Señor, todos gozan de igualdad y privilegios.

Usted ha sido nombrado para funcionar como diácono o diaconisa en su iglesia. El Dios que le ha llamado le sostendrá a medida que coopere con Él. En muchos casos las responsabilidades del diácono y la diaconisa se combinan, y a veces son distintas.

Aunque tradicionalmente los diáconos han sido hombres y las diaconisas mujeres, en algunas iglesias adventistas de hoy día hombres y mujeres sirven en ambas posiciones. En el griego del Nuevo Testamento tanto la palabra diácono como diaconisa se deriva de la misma palabra, sin distinción y no ofrece distinción entre masculino y feminino.

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