“No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes de las calles o en medio de una sesión de nuestros negocios, podemos elevar a Dios una oración e implorar la dirección divina, como lo hizo Nehemías cuando presentó una petición delante del rey Artajerjes. Dondequiera que estemos podemos estar en comunión con Dios. Debemos tener abierta de continuo la puerta del corazón e invitar siempre al Señor Jesús a venir y morar en nuestra alma como huésped celestial” (Elena G.

White, El Camino a Cristo, p. 99).

 

Deseamos que este material te sea de gran ayuda, te invitamos a compartir esta página para que más personas se vean beneficiadas.